DIÁSPORA SEFARDÍ
Romances & Música Instrumental
Montserrat Figueras, canto
Hespèrion XXI
Dirección: Jordi Savall
El moro de Antequera - Levantose el Conde Nino - El Rey de Francia - Por alli paso un cavallero - Por que llorax blanca nina - La guirnalda de rosas Nani, nani - El Rey que tanto madruga - Las estrellas de los cielos - En la santa Helena - A la una yo naci - Improvisacion - Paxarico tu te llamas - Longe de mi tu estaras - Hermoza muchachica - Axerico de quinze anos - Improvisacion sobre " Axerico "
Grabaciones realizadas en febrero, abril y mayo de 1999 en el Castillo de Cardona
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Jordi Savall insiste: la música es el gran patrimonio, ya que rompe el muro del lenguaje sin dejar de ser comunicación articulada, como el lenguaje. Un chino y un uruguayo quizá no se entiendan con palabras, pero siempre podrán hacer música juntos. Ese patrimonio es tan inmenso como la historia, y su pervivencia depende de su actualización, no existiendo la música más que en presente, en el preciso instante en que vibra un sonido. Saber bucear en la tradición musical, manipularla y devolverla al presente sin merma de su esencia es virtud de pocos. Savall pertenece a ese género de intérpretes (pienso también en Furtwängler o en Maria Callas) que reabsorben el material y lo devuelven intacto y transfigurado. Creadores además de recreadores, no les tienta la reproducción. Pero además, el de Igualada aporta un gusto por el viaje que hay que agradecerle; disco a disco nos revela, en un trayecto gozoso e inabarcable que va de Monteverdi a la Sibila, de la Corte de Versalles a una sinagoga en Sarajevo, un panorama en el que acabamos reconociendo los rasgos de un rostro familiar, la faz de la vieja Europa, la multicultural.
El último disco de ALIA VOX, noveno de la serie, representa un clímax en la carrera de Savall y de su equipo, la consecución de muchas aspiraciones. ¿Qué mejor tema que la Diáspora Sefardí para excitar su afán por lograr una síntesis paneuropea mediante la música, o para la finísima inquietud de Montserrat Figueras por los claroscuros de la historia, por esas músicas empañadas de leyenda que han sobrevivido a los estragos del tiempo envueltas en su propio misterio?. La música de los judíos expulsados en 1492 de los reinos de Castilla y Aragón es la de un pueblo forzado a diseminarse por un territorio que abarca tres continentes y que logra preservar sus íntimas tradiciones en adecuación al ámbito en el que se introduce: música que se mimetiza en el medio para mejor conservar su pureza, codificada por la tradición oral, y por tanto a merced de su propia historia, que renace siempre que alguien la convoca, y que a nosotros, a los que vivimos en esta parte, nos evoca, impregnadas ahora de vagos aromas orientales, canciones que parecían olvidadas en algún remoto rincón de la memoria.
¿Cómo aproximarse a esta música que funde melancólicas maneras balcánicas o sinuosas figuras turcas con la ardua tradición hispana, la del romance viejo, sin caer en lo meramente arqueológico o en el erudito ensayo musical?. De entrada, Savall reúne a un conjunto de intérpretes -el rebautizado Hespèrion XXI- casi milagroso en su perfección y diversidad: Montserrat Figueras, Pedro Estevan, Begoña Olavide, Arianna Savall , Xavier Díaz y el propio Jordi Savall como representación ibérica, a los que se suman, en magnífica simbiosis polirracial, el israelí Ken Zuckerman, el bosnio Edin Karamazov, el argentino Pedro Memelsdorff, el británico Andrew Lawrence-King y el iraquí Yair Dalal; un elenco de primeras figuras internacionales para formar una riquísima paleta instrumental que garantiza un festín tímbrico y cromático muy del gusto del músico catalán: psalterios y laúdes, flautas, arpas y violas, tejen un bello tapiz armónico al que se adhieren, en cordialísima síntesis, instrumentos como el rebab, el oud, el sarod o el qanun con sus sonidos casi tóxicos de puro orientales.
El viaje es doble: dos discos, el primero dedicado a Romances Vocales; de Sofía, de Rodas, de Esmirna o de Marruecos, romances que fueron cantados en alguna alcoba en Alejandría y que dicen de llantos y guirnaldas, de moros de Antequera y reyes de Francia. Figueras oficia un recorrido por las íntimas estancias del mundo sefardí con la elegancia y la discreción de una sacerdotisa, revelando la secreta belleza de sus melodías, el drama, la melancolía y la ternura, pero también la pasión y el desgarro que encierran sus apretadas estrofas, con la naturalidad de una vidente, capaz de transformarse, como la propia melodía y diluida en ella, en doliente doncella o madre lacerada, y mostrando una vez más su profunda afinidad con estas músicas humildes e intemporales. El segundo CD es exclusivamente instrumental, y lo que en el anterior era primoroso acompañamiento de las evoluciones del canto -qué magníficas intervenciones de Lawrence-King al arpa en Por que llorax blanca niña, el romance más largo de la serie- es en éste pura y gozosa invención sonora, un desconcertante fluido musical sobre la base de células melódicas de exquisita sensualidad que son introducidas, repetidas, desarrolladas y comentadas por unos músicos en total estado de gracia. Difícil entrar en particularidades: tanto la presencia de Memelsdorff, cabeza de Mala Punica y maestro absoluto de la flauta medieval, como las sutiles intervenciones de Zuckerman al sarod -con sus lejanas reminiscencias hindúes- Yair Dalal al oud o el imprescindible Pedro Estevan a la percusión, bastarían para rendir honores. Pero es que tanto Begoña Olavide, Arianna Savall o esos estupendos laudistas que son Xavier Díaz y Edin Karamazov están asimismo espléndidos. Y Savall, por supuesto, a la lira, la viola o el rebab, volviendo a demostrar una vez más que no basta con tocar bien un instrumento; hay que hacerlo vivir, penetrar la entraña de su sonido para extraer lo más jugoso de su pulpa, aquello que entra en el dominio de lo inexpresable. Nadie mejor que él para dirigir desde su atril, arco en la mano, este bellísimo viaje a las raíces de la memoria.
Raíces y Memoria: acertado título para la colección que este disco inaugura -enésima iniciativa de Savall y su equipo- y que pretende rescatar las músicas no codificadas, de origen popular, perpetuadas merced a la tradición oral y sin embargo actuales, contemporáneas, al ser intérpretes actuales, desde y para la sensibilidad actual, los responsables de traerlas al presente. Bástenos por el momento esta doble maravilla dedicada a la Diáspora Sefardí, un trabajo admirable que rebasa ampliamente los límites que marca la llamada "música culta", para entrar en terrenos en los que lo cultivado y lo folclórico, lo virtuosístico , el rigor y lo experimental, la improvisación y el ensayo, se imbrican en un delicioso viaje destinado a seducir, fascinar y emocionar a todo amante de la Música, sin etiquetas.
Un disco imprescindible, una pequeña joya para atesorar en este tecnológico fin de milenio.
El último disco de ALIA VOX, noveno de la serie, representa un clímax en la carrera de Savall y de su equipo, la consecución de muchas aspiraciones. ¿Qué mejor tema que la Diáspora Sefardí para excitar su afán por lograr una síntesis paneuropea mediante la música, o para la finísima inquietud de Montserrat Figueras por los claroscuros de la historia, por esas músicas empañadas de leyenda que han sobrevivido a los estragos del tiempo envueltas en su propio misterio?. La música de los judíos expulsados en 1492 de los reinos de Castilla y Aragón es la de un pueblo forzado a diseminarse por un territorio que abarca tres continentes y que logra preservar sus íntimas tradiciones en adecuación al ámbito en el que se introduce: música que se mimetiza en el medio para mejor conservar su pureza, codificada por la tradición oral, y por tanto a merced de su propia historia, que renace siempre que alguien la convoca, y que a nosotros, a los que vivimos en esta parte, nos evoca, impregnadas ahora de vagos aromas orientales, canciones que parecían olvidadas en algún remoto rincón de la memoria.
¿Cómo aproximarse a esta música que funde melancólicas maneras balcánicas o sinuosas figuras turcas con la ardua tradición hispana, la del romance viejo, sin caer en lo meramente arqueológico o en el erudito ensayo musical?. De entrada, Savall reúne a un conjunto de intérpretes -el rebautizado Hespèrion XXI- casi milagroso en su perfección y diversidad: Montserrat Figueras, Pedro Estevan, Begoña Olavide, Arianna Savall , Xavier Díaz y el propio Jordi Savall como representación ibérica, a los que se suman, en magnífica simbiosis polirracial, el israelí Ken Zuckerman, el bosnio Edin Karamazov, el argentino Pedro Memelsdorff, el británico Andrew Lawrence-King y el iraquí Yair Dalal; un elenco de primeras figuras internacionales para formar una riquísima paleta instrumental que garantiza un festín tímbrico y cromático muy del gusto del músico catalán: psalterios y laúdes, flautas, arpas y violas, tejen un bello tapiz armónico al que se adhieren, en cordialísima síntesis, instrumentos como el rebab, el oud, el sarod o el qanun con sus sonidos casi tóxicos de puro orientales.
El viaje es doble: dos discos, el primero dedicado a Romances Vocales; de Sofía, de Rodas, de Esmirna o de Marruecos, romances que fueron cantados en alguna alcoba en Alejandría y que dicen de llantos y guirnaldas, de moros de Antequera y reyes de Francia. Figueras oficia un recorrido por las íntimas estancias del mundo sefardí con la elegancia y la discreción de una sacerdotisa, revelando la secreta belleza de sus melodías, el drama, la melancolía y la ternura, pero también la pasión y el desgarro que encierran sus apretadas estrofas, con la naturalidad de una vidente, capaz de transformarse, como la propia melodía y diluida en ella, en doliente doncella o madre lacerada, y mostrando una vez más su profunda afinidad con estas músicas humildes e intemporales. El segundo CD es exclusivamente instrumental, y lo que en el anterior era primoroso acompañamiento de las evoluciones del canto -qué magníficas intervenciones de Lawrence-King al arpa en Por que llorax blanca niña, el romance más largo de la serie- es en éste pura y gozosa invención sonora, un desconcertante fluido musical sobre la base de células melódicas de exquisita sensualidad que son introducidas, repetidas, desarrolladas y comentadas por unos músicos en total estado de gracia. Difícil entrar en particularidades: tanto la presencia de Memelsdorff, cabeza de Mala Punica y maestro absoluto de la flauta medieval, como las sutiles intervenciones de Zuckerman al sarod -con sus lejanas reminiscencias hindúes- Yair Dalal al oud o el imprescindible Pedro Estevan a la percusión, bastarían para rendir honores. Pero es que tanto Begoña Olavide, Arianna Savall o esos estupendos laudistas que son Xavier Díaz y Edin Karamazov están asimismo espléndidos. Y Savall, por supuesto, a la lira, la viola o el rebab, volviendo a demostrar una vez más que no basta con tocar bien un instrumento; hay que hacerlo vivir, penetrar la entraña de su sonido para extraer lo más jugoso de su pulpa, aquello que entra en el dominio de lo inexpresable. Nadie mejor que él para dirigir desde su atril, arco en la mano, este bellísimo viaje a las raíces de la memoria.
Raíces y Memoria: acertado título para la colección que este disco inaugura -enésima iniciativa de Savall y su equipo- y que pretende rescatar las músicas no codificadas, de origen popular, perpetuadas merced a la tradición oral y sin embargo actuales, contemporáneas, al ser intérpretes actuales, desde y para la sensibilidad actual, los responsables de traerlas al presente. Bástenos por el momento esta doble maravilla dedicada a la Diáspora Sefardí, un trabajo admirable que rebasa ampliamente los límites que marca la llamada "música culta", para entrar en terrenos en los que lo cultivado y lo folclórico, lo virtuosístico , el rigor y lo experimental, la improvisación y el ensayo, se imbrican en un delicioso viaje destinado a seducir, fascinar y emocionar a todo amante de la Música, sin etiquetas.
Un disco imprescindible, una pequeña joya para atesorar en este tecnológico fin de milenio.
Martin Lasalle (en diverdi.com)
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