jueves, 28 de noviembre de 2013

NAPULE È: PINO DANIELE




Cuando se trata de un artista cuya obra se sustenta en “lo local”, es decir, en un lugar concreto que se reconoce como motivo (tema y origen causal, destino y evocación) de la obra, puede llegar a invertirse, invariablemente, la relación de pertenencia: ¿Nápoles hizo a Pino Daniele o Pino Daniele hizo a Nápoles? Es cierto que Nápoles ya estaba hecha, de alguna manera, como resultado de una confluencia a menudo accidentada de tradiciones heterogéneas, antes de que Pino Daniele la cantara. Pero es posible pensar también que Pino Daniele estaba, a su modo, prefigurado por las tradiciones que su música reúne. En primer plano, en su música se escucha la filiación del blues, la canzone napoletana, ciertas zonas del rock (el funk, a veces), el cool jazz, la tarantella, algunas músicas centroamericanas. Pero las influencias se multiplican y se difuminan, perdiéndose en las raíces amplias de la música popular de Europa, África del Norte, América y Medio Oriente. A tal punto es consciente Pino Daniele del alcance profundo de sus influencias que necesita inventar un nombre para definir su nuevo estilo, establecido ya en su primer disco, Terra mia (1977). Lo llama taramblù, amalgama de tarantella y blues. El caso es que el taramblù, desde mediados de la década del setenta, se vuelve expresión genuina de Nápoles, a la vez que el lugar se vuelve manifestación verosímil de la música.





La obra de Pino Daniele es, ciertamente, irregular. Desde mediados de la década del ochenta se vuelve más comercial, sin dejar de tener por eso algunos momentos (el disco Non calpestare i fiori nel deserto, de 1995, por ejemplo) en los que consigue reanudar un estilo original. Ha tocado con músicos de la talla de Wayne Shorter, Eric Clapton, Naná Vasconcelos, Pat Metheny, Richie Havens, Salif Keita y Gato Barbieri, entre otros. A la virtud de haber creado un estilo musical propio (o, por lo menos, una gran cantidad de bellas canciones a partir de un sonido original), se suma lo que podríamos llamar el virtuosismo de ser un muy buen guitarrista de blues. A un músico, como a todo artista, hay que juzgarlo por lo mejor que hizo, dejando de lado las partes de su obra que valen menos la pena. Con ese criterio, no son pocas las canciones de Pino Daniele que compondrían la antología que lo coloca entre los mejores de la música popular italiana; lista que, salvo excepciones, la componen aquellos artistas que mejor pudieron salvarse del mal gusto de la música comercial que, en su país, tal vez más que en cualquier otro, impregna casi todos los rincones de la música popular. Para salvarse de ese mal gusto imperante (que culmina en el gran imán que es San Remo) tuvieron que recurrir, casi todos ellos, a otras zonas genuinamente italianas de la música, zonas en general vinculadas a tradiciones regionales (un caso en este punto análogo al de Pino Daniele y Nápoles sería el de Fabrizio de André y Génova).
Las canciones que siguen son algunas de las que integrarían la antología Daniele, que nos permite hacer oídos sordos a cualquier bochorno.