Cuando se trata de un artista
cuya obra se sustenta en “lo local”, es decir, en un lugar concreto que se
reconoce como motivo (tema y origen causal, destino y evocación) de la obra,
puede llegar a invertirse, invariablemente, la relación de pertenencia: ¿Nápoles
hizo a Pino Daniele o Pino Daniele hizo a Nápoles? Es cierto que Nápoles ya
estaba hecha, de alguna manera, como resultado de una confluencia a menudo accidentada
de tradiciones heterogéneas, antes de que Pino Daniele la cantara. Pero es posible
pensar también que Pino Daniele estaba, a su modo, prefigurado por las tradiciones
que su música reúne. En primer plano, en su música se escucha la filiación del
blues, la canzone napoletana, ciertas
zonas del rock (el funk, a veces), el cool
jazz, la tarantella, algunas músicas centroamericanas. Pero
las influencias se multiplican y se difuminan, perdiéndose en las raíces
amplias de la música popular de Europa, África del Norte, América y Medio
Oriente. A tal punto es consciente Pino Daniele del alcance profundo de sus
influencias que necesita inventar un nombre para definir su nuevo estilo,
establecido ya en su primer disco, Terra
mia (1977). Lo llama taramblù, amalgama
de tarantella y blues. El caso es que
el taramblù, desde mediados de la década del setenta, se vuelve expresión
genuina de Nápoles, a la vez que el lugar se vuelve manifestación verosímil de
la música.
La obra de Pino Daniele es,
ciertamente, irregular. Desde mediados de la década del ochenta se vuelve más
comercial, sin dejar de tener por eso algunos momentos (el disco Non
calpestare i fiori nel deserto, de 1995, por ejemplo) en los que consigue
reanudar un estilo original. Ha tocado con músicos de la talla de Wayne Shorter, Eric Clapton, Naná Vasconcelos, Pat Metheny, Richie Havens,
Salif Keita y Gato Barbieri, entre otros. A la virtud de haber creado un estilo
musical propio (o, por lo menos, una gran cantidad de bellas canciones a partir
de un sonido original), se suma lo que podríamos llamar el virtuosismo de ser
un muy buen guitarrista de blues. A un músico, como a todo artista, hay que
juzgarlo por lo mejor que hizo, dejando de lado las partes de su obra que valen menos la pena. Con ese criterio, no son pocas las canciones de Pino
Daniele que compondrían la antología que lo coloca entre los mejores de la
música popular italiana; lista que, salvo excepciones, la componen aquellos artistas
que mejor pudieron salvarse del mal gusto de la música comercial que, en su
país, tal vez más que en cualquier otro, impregna casi todos los rincones de la música
popular. Para salvarse de ese mal gusto imperante (que culmina en el gran imán que es San Remo) tuvieron que recurrir, casi
todos ellos, a otras zonas genuinamente italianas de la música, zonas en
general vinculadas a tradiciones regionales (un caso en este punto análogo al de Pino Daniele y Nápoles sería el de Fabrizio de André y Génova).
Las canciones que siguen son algunas de las que integrarían la antología Daniele, que nos permite hacer oídos sordos a cualquier bochorno.
Las canciones que siguen son algunas de las que integrarían la antología Daniele, que nos permite hacer oídos sordos a cualquier bochorno.